No fue por reconocimiento.
Ni siquiera fue por afán de superación.
Sólo fue por amor.
(Cualquier otra palabra sobra)
Las visitas a aquella biblioteca se prolongaron durante años. Más tarde inauguraron una sala de estudio, en la primera planta, junto a la sala de préstamo (si no recuerdo mal), donde también se podían ver videos y escuchar música, e iba allí a estudiar por las tardes.
Sin duda, la Sánchez Ruipérez fue un lugar que me marcó para siempre, donde me enseñaron a leer y a disfrutar con un buen libro entre las manos, un lugar que me trae miles de recuerdos a la mente y una gran sonrisa a la cara.
Y eso hice, disfruté de lo positivo, pero sin olvidar nunca esos ojos tristes, esas caritas llenas de mocos y de hambre. De hecho, uno de los sitios donde más disfruté fue en una pequeña aldea, Luni, donde salimos a pasear con nuestro guía, y los niños nos rodearon, nos enseñaron sus juegos y también… sus trabajos.
Pero no quiero irme por las ramas… vamos a lo que vamos. A la vuelta del viaje, me dije“Ahora quizás sí sea el momento de cambiar algo, o al menos de intentarlo”. Decidí apadrinar un niño de la India. Me daba un poco de reparo, con algunas cosas como se oyen por ahí sobre ONGs, fundaciones y asociaciones…
Pero conocí a Vicente Ferrer y su fundación. Me inspiró confianza.
El barcelonés Vicente Ferrer llegó a la India, a Mumbai (Bombai) en el año 1952 como misionero jesuita. La India le atrapó hasta tal punto que dedicó toda su vida a tratar de ayudar a los más pobres. Esto trajo consigo amenazas por parte de algunos dirigentes, que consiguieron una orden de expulsión del país. Pese a la protesta de más de 30.000 campesinos apoyados por intelectuales y políticos, Vicente tuvo que salir de la India en 1968. Al año siguiente ya estaba allí de nuevo, como había dicho Indira Gandhi, quien sí le apoyó en su labor.
Entonces se instaló en Anantapur, al sur de la India, lugar donde se instaló definitivamente. En ese mismo año, 1969, dejó la Compañía de Jesús. Creó la organización “Fondo de Desarrollo Rural” y la Fundación Vicente Ferrer. Y en 1970 se casó con la periodista británica Anne Perry, quien ha sido su compañera hasta el final de sus días. En 1998 recibió el premio Príncipe de Asturias a la concordia.
En Anantapur, el padre Ferrer (y su fundación), trabajó duro, muy duro, construyendo viviendas, hospitales y escuelas, canalizando el agua y desarrollando la producción agrícola. Formando a los niños y desarrollando estructuras de formación profesional. Y tratando de equiparar los derechos de la mujer a los del hombre, ofreciendo microcréditos para la creación de pequeñas empresas.
Y conociendo todo esto decidí apadrinar. Y apadriné una preciosísima niña a través de la Fundación. 18 euros al mes. Tú sabes que realmente tu dinero no llega directamente a esa niña, pero que contribuye a que tenga un futuro mejor porque se destina a desarrollar la comunidad en la que vive.
Y así cada poquito recibo información sobre la niña, fotos y dibujos, cartas incluso. Me hace mucha ilusión. También mandan un informe con lo que se hace con el dinero, los proyectos que están en marcha, los que se están desarrollando para el futuro.
En la página de la fundación también puedes ver que organizan viajes a la India, con parada en Anantapur. Allí te enseñan las escuelas, los campos, los proyectos… Allí puedes conocer a tu apadrinado. Allí a veces conoces a los Ferrer. Me encantaría volver a la India y conocer el trabajo que ha hecho Vicente Ferrer.
Lamentablemente a él ya no podremos conocerle. Ha fallecido, en Anantapur, esta madrugada a los 89 años. Espero que tanto su mujer como su hijo, y sus colaboradores, sigan adelante con el trabajo que él inició en 1952.
Resulta impresionante observar la fortaleza y resistencia de estos hombres practicando actividades tan extrañas en otras tierras. En este punto tuvo lugar una anécdota que nos hizo pensar que los tópicos, tan tópicos... no son más que la pura realidad. Contaba el presentador del acto cómo en una competición hace años entre vascos y australianos, estos últimos derrotaron estrepitosamente a los vascos. Y los vascos dijeron: "!Qué cojones! ¿van a ganar los australianos a los vascos? Eso no puede ser!!!" (léase con acento puramente vasco). Y efectivamente, descubrieron que los australianos usaban un modelo de hacha diferente... que importaron al País Vasco. Y desde entonces.... !ganan los vascos! Jajajaja
(Sí, no pude evitar hacerme una foto con Iñaki Perurena)
Continuamos el periplo gastronómico con una impresionante cena a base de anchoas, besugo y carne roja en la sidrería-asador La Gabarra y un paseo, taberna a taberna, por las Siete Calles del Casco Viejo de Bilbao.