Ayer, mirándote a los ojos, por un momento... te odié. Te odié por tu mirada huidiza, por tu sonrisa perdida, por tus manos nerviosas. Te busqué la mirada buscando la redención, pero no encontré mi reflejo en ella. Busqué tu boca buscando la salvación, pero no encontré mi esencia en tus labios.
Ayer, mirándote a los ojos, por un momento... te odié. Te odié por tu sinceridad, por estar sin poder estar, por no estar pudiendo estar. Te odié por quererme sin querer, por querer no quererme, por alejarte de mí depositándome en lo profundo de un abrazo sin brazos.
Ayer, mirándote a los ojos, por un momento... te odié. Te odié por las contradicciones que me hacen quererte, por la inconsistencia de tus palabras y la consistencia de tus hechos. Por tu lucha constante entre el ser y el estar, entre el querer y el poder, por tu búsqueda constante de un equilibrio en una historia que sólo sobrevive porque nos desequilibra como nada ni nadie lo había hecho antes.
Ayer, mirádote a los ojos, por un momento... te odié. Te odié por ser el complemento perfecto a mi imperfección, por estar tan lejos en la cercanía y tan cercano en la lejanía, por ser la guía oscura de mis caminos oscuros, la realización más obscena de mis deseos ocultos, la media naranja de mi vida de limón.
Ayer, mirándote a los ojos, por un momento... te odié. Y hoy, me odio a mí misma por haberte odiado, aunque tan sólo fuera por un momento....
Ayer, mirándote a los ojos, por un momento... te odié. Te odié por tu sinceridad, por estar sin poder estar, por no estar pudiendo estar. Te odié por quererme sin querer, por querer no quererme, por alejarte de mí depositándome en lo profundo de un abrazo sin brazos.
Ayer, mirándote a los ojos, por un momento... te odié. Te odié por las contradicciones que me hacen quererte, por la inconsistencia de tus palabras y la consistencia de tus hechos. Por tu lucha constante entre el ser y el estar, entre el querer y el poder, por tu búsqueda constante de un equilibrio en una historia que sólo sobrevive porque nos desequilibra como nada ni nadie lo había hecho antes.
Ayer, mirádote a los ojos, por un momento... te odié. Te odié por ser el complemento perfecto a mi imperfección, por estar tan lejos en la cercanía y tan cercano en la lejanía, por ser la guía oscura de mis caminos oscuros, la realización más obscena de mis deseos ocultos, la media naranja de mi vida de limón.
Ayer, mirándote a los ojos, por un momento... te odié. Y hoy, me odio a mí misma por haberte odiado, aunque tan sólo fuera por un momento....
3 comentarios:
Es muy bonito, de verdad. Yo también he tenido a veces esos sentimientos, y también me ha dolido mi odio ...
Pero a veces el amor y el odio están tan cercanos...
Somos asín...aunque pocas veces nos reconocemos así.
¡Bien!
Somos un puro desencuentro de sentimientos.
Misterio y contradicción.
Y desconocimiento de nosotros mismos, esto, siempre.
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