Ahí va...
"En el pueblo asturiano donde veraneábamos La Cola del Caballo era el final del farallón donde todas las noches nos reuníamos. Oscuridad, viento, cigarrillos y de vez en cuando un beso, el lugar apartado y misterioso ejercía en nosotros una extraña atracción.
Se contaba que los habitantes de la villa habían sido raqueros, mala gente que en tiempos pasados y en los temporales, tan frecuentes en la zona en otoño e invierno, atraían con luces atadas a los cuernos de vacas a los barcos que navegaban por la costa.
Creyendo que las luces eran el cercano faro de San Andrés se dirigían los barcos confiados a la Cola del Caballo donde chocaban con las rocas, se rompían los cascos y durante horas abrían al mar sus tesoros y las vidas de los pobres marineros o viajeros que morían ahogados en su mayoría.
Los habitantes del pueblo, pobres como las ratas, recogían las mercancías y se deshacían en su caso de los pocos supervivientes antes que las autoridades pudieran darse cuenta.
Así durante años el pueblo vivió de los raqueros y el contrabando.
En aquella población costera, durante los veranos de la transición, se formó una pandilla.
Los fijos, cinco chicos y seis chicas. Los añadidos, cualquier piratilla que estuviera de paso.
Teníamos esa edad donde la aventura se vestía con un bañador y unas gafas de bucear. Por la mañana éramos los reyes de la costa. Por la tarde, soberanos de la bicicleta. Durante las noches estivales, astrónomos de las emociones....
Con veinte años el mundo era una tierra virgen, cuyo centro de gravedad se situaba en La Cola del Caballo.
Aquella formación rocosa ejercía una poderosa atracción sobre nuestras almas.
La naturaleza humana es así. En las mismas coordenadas geográficas donde nuestros bisabuelos abrían en canal a los supervivientes de los naufragios, nosotros hicimos un descubrimiento que cambiaría nuestras vidas. Para siempre....
Todas y cada una de las mañanas nos reuníamos en la formación rocosa.Unos doscientos cincuenta metros de rocas sedimentarias se adentraban en la Mar Océana.
Con una profundidad de medio metro, podías andar a través de ellas y adentrarte en la aventura.
Una vez situados en el borde de la formación, nos poníamos las gafas de buceo y nos arrojábamos en brazos de Neptuno.
Plas.Azul verdoso.
Plam.Sal en estado puro.
Esplás. Frescor marino.
Teníais que vernos.
Juan Carlos. Ochenta kilos de músculo y 100 gramos de cerebro.Plas, plum.
Almudena. Un saco de hormonas a punto de reventar.Plum, plas.
Javier. Atacado por la locura de las nuevas tecnologías.Esplás, plasssss.
Rosa. La Diosa Minerva en bikini rojo radiante.Plumm, cataplumpasss.
Diego.Un trovador mediterráneo.Fiuuu. Floshps.
Maria Jesús. Una hija única buscando un padre en el fondo de la bahía.Tras, tras, tras, flopsssh.
Jaime. Un noble medieval nacido en el siglo XX.Pummmba.
Así y todo, una veintena de adolescentes, atolondrados, inconscientes...Enamorados de unas rocas....
El ciclo era simple.
Arrancabas la mañana caminando por la Cola del Caballo.
Ibas a tu ritmo.
Un cuarto de hora haciendo equilibrios sobre la piedra horadada.
Una zambullida.
Rato de buceo.
Nadar a la playa.
Y vuelta a empezar....
Cada uno llevaba una cadencia.
Los había que disfrutaban más caminando despacio sobre las rocas.
Observando a los cangrejos que hacían topp-less.
Otros se congratulaban con el momento previo al salto, en el borde de la rompiente.
Que si salto, que si no salto, que si el viento, que si la luz. Una duda más que razonable.
Con veinte años el mundo era una tierra virgen, cuyo centro de gravedad se situaba en La Cola del Caballo.
Aquella formación rocosa ejercía una poderosa atracción sobre nuestras almas.
La naturaleza humana es así. En las mismas coordenadas geográficas donde nuestros bisabuelos abrían en canal a los supervivientes de los naufragios, nosotros hicimos un descubrimiento que cambiaría nuestras vidas. Para siempre....
Todas y cada una de las mañanas nos reuníamos en la formación rocosa.Unos doscientos cincuenta metros de rocas sedimentarias se adentraban en la Mar Océana.
Con una profundidad de medio metro, podías andar a través de ellas y adentrarte en la aventura.
Una vez situados en el borde de la formación, nos poníamos las gafas de buceo y nos arrojábamos en brazos de Neptuno.
Plas.Azul verdoso.
Plam.Sal en estado puro.
Esplás. Frescor marino.
Teníais que vernos.
Juan Carlos. Ochenta kilos de músculo y 100 gramos de cerebro.Plas, plum.
Almudena. Un saco de hormonas a punto de reventar.Plum, plas.
Javier. Atacado por la locura de las nuevas tecnologías.Esplás, plasssss.
Rosa. La Diosa Minerva en bikini rojo radiante.Plumm, cataplumpasss.
Diego.Un trovador mediterráneo.Fiuuu. Floshps.
Maria Jesús. Una hija única buscando un padre en el fondo de la bahía.Tras, tras, tras, flopsssh.
Jaime. Un noble medieval nacido en el siglo XX.Pummmba.
Así y todo, una veintena de adolescentes, atolondrados, inconscientes...Enamorados de unas rocas....
El ciclo era simple.
Arrancabas la mañana caminando por la Cola del Caballo.
Ibas a tu ritmo.
Un cuarto de hora haciendo equilibrios sobre la piedra horadada.
Una zambullida.
Rato de buceo.
Nadar a la playa.
Y vuelta a empezar....
Cada uno llevaba una cadencia.
Los había que disfrutaban más caminando despacio sobre las rocas.
Observando a los cangrejos que hacían topp-less.
Otros se congratulaban con el momento previo al salto, en el borde de la rompiente.
Que si salto, que si no salto, que si el viento, que si la luz. Una duda más que razonable.
Yo era de los que iban directamente al mar. Sin preámbulos.
Cada vez que me tiraba era diferente.
La luz se dispersa a través del espejo ondulante de las olas.
Se abre, en radiante reflexión.
Lucha por ganar profundidad, y cuando lo consigue, rebota en un coral rojo.
Los concepto arriba y abajo eran relativos.
Podías volar sobre las praderas de algas.
Invertirte en torbellino humano.
Girar, hacer giñadas laterales, retroceder sobre tu propio torbellino, trazar parábolas con las corrientes.
Algunos días respirábamos a través de unas agallas invisibles.
Éramos peces de colores....
Siempre lo recordaré.
Cuerpos adolescentes, abrasados por el Poniente, envidia de los Dioses del Olimpo.
Esculpidos en arcilla.
Erguidos frente al mar.
Rotundos.
...y una noche de luna llena fuimos a la Cola del Caballo.
Estábamos todos.Chicos y chicas.
Lo que sucedió a continuación será difícil de escribir.
A día de hoy no tengo claro si sucedió o fue un sueño. Tras treinta años, todavía tengo dudas sobre lo ocurrido. Suceden cosas imposibles de olvidar. Imposibles...
Esa noche Marte besaba dulcemente a la Luna. Nos encontramos en la playa. Había la suficiente luz como para no tropezarse, y la necesaria como para vencer la vergüenza.
Poco a poco, como engatusados por la luz del satélite, nos dirigimos a las rocas.
De tanto jugar con la Cola del Caballo, nos la habíamos aprendido de memoria.
Cada recodo en las meninges.
Cada promontorio en las venas.
Los fondos marinos grabados a fuego en el corazón.
El alma libre.
Seis horas.
Estuvimos seis horas haciendo el recorrido.
Sin hablar.
Nuestros pies rasgaban la superficie del sedimento.
Nuestros brazos avanzaban, aleteando por las profundidades.
Las almas, volaban sobre las algas.
Nuestro corazón era un motor turboalimentado de luz nocturna....
Cuantas más vueltas dábamos, más nos gustaba....
A punto de amanecer nos pareció ver unas extrañas sombras que nos acompañaban.
Hacían los mismo que nosotros.
Paseo por las rocas, zambullida, buceo, natación y vuelta a la playa.
Eran los espectros de los naúfragos asesinados por nuestros bisabuelos.
Cada vez que me tiraba era diferente.
La luz se dispersa a través del espejo ondulante de las olas.
Se abre, en radiante reflexión.
Lucha por ganar profundidad, y cuando lo consigue, rebota en un coral rojo.
Los concepto arriba y abajo eran relativos.
Podías volar sobre las praderas de algas.
Invertirte en torbellino humano.
Girar, hacer giñadas laterales, retroceder sobre tu propio torbellino, trazar parábolas con las corrientes.
Algunos días respirábamos a través de unas agallas invisibles.
Éramos peces de colores....
Siempre lo recordaré.
Cuerpos adolescentes, abrasados por el Poniente, envidia de los Dioses del Olimpo.
Esculpidos en arcilla.
Erguidos frente al mar.
Rotundos.
...y una noche de luna llena fuimos a la Cola del Caballo.
Estábamos todos.Chicos y chicas.
Lo que sucedió a continuación será difícil de escribir.
A día de hoy no tengo claro si sucedió o fue un sueño. Tras treinta años, todavía tengo dudas sobre lo ocurrido. Suceden cosas imposibles de olvidar. Imposibles...
Esa noche Marte besaba dulcemente a la Luna. Nos encontramos en la playa. Había la suficiente luz como para no tropezarse, y la necesaria como para vencer la vergüenza.
Poco a poco, como engatusados por la luz del satélite, nos dirigimos a las rocas.
De tanto jugar con la Cola del Caballo, nos la habíamos aprendido de memoria.
Cada recodo en las meninges.
Cada promontorio en las venas.
Los fondos marinos grabados a fuego en el corazón.
El alma libre.
Seis horas.
Estuvimos seis horas haciendo el recorrido.
Sin hablar.
Nuestros pies rasgaban la superficie del sedimento.
Nuestros brazos avanzaban, aleteando por las profundidades.
Las almas, volaban sobre las algas.
Nuestro corazón era un motor turboalimentado de luz nocturna....
Cuantas más vueltas dábamos, más nos gustaba....
A punto de amanecer nos pareció ver unas extrañas sombras que nos acompañaban.
Hacían los mismo que nosotros.
Paseo por las rocas, zambullida, buceo, natación y vuelta a la playa.
Eran los espectros de los naúfragos asesinados por nuestros bisabuelos.
Veían como nos divertíamos y se unieron a la fiesta.
Así de simple.
En ningún momento sentimos miedo por su presencia.
El destino les deparó un cruel final, y viendo la oportunidad de resarcirse con la vida, se unieron a nosotros.
Rocas, zambullida, buceo, natación y playa.
Han pasado treinta años de aquello.
Así de simple.
En ningún momento sentimos miedo por su presencia.
El destino les deparó un cruel final, y viendo la oportunidad de resarcirse con la vida, se unieron a nosotros.
Rocas, zambullida, buceo, natación y playa.
Han pasado treinta años de aquello.
Nuestros destinos tomaron caminos diferentes.
Juan Carlos trabaja de vigilante de seguridad. Escribe poesía.
Almudena tiene seis hijos. Lee con ellos La Odisea. Cada verano.
Javier tiene una empresa de informática. Diseña juegos educativos.
Rosa trabaja en una Caja de Ahorros. Remueve los fondos de inversión con la misma agilidad que nadaba con su bikini rojo.
Diego construye colegios y regala cuentos.
Maria Jesús no encontró a su padre, pero fue capaz de encontarse a sí misma.
Jaime es historiador. Trata de usted a la Edad Media....
Todos y cada uno de aquellos jóvenes valerosos han sido víctimas de naufragios, han llorado, parido niños con ojos azules y reído.
Pero lo que nunca olvidarán es que una noche bailaron al son de la eternidad, acompañados de sombras de marinos pasados a cuchillo por sus bisabuelos.
Allí donde la libertad se respiraba a través de unas agallas invisibles.
Juan Carlos trabaja de vigilante de seguridad. Escribe poesía.
Almudena tiene seis hijos. Lee con ellos La Odisea. Cada verano.
Javier tiene una empresa de informática. Diseña juegos educativos.
Rosa trabaja en una Caja de Ahorros. Remueve los fondos de inversión con la misma agilidad que nadaba con su bikini rojo.
Diego construye colegios y regala cuentos.
Maria Jesús no encontró a su padre, pero fue capaz de encontarse a sí misma.
Jaime es historiador. Trata de usted a la Edad Media....
Todos y cada uno de aquellos jóvenes valerosos han sido víctimas de naufragios, han llorado, parido niños con ojos azules y reído.
Pero lo que nunca olvidarán es que una noche bailaron al son de la eternidad, acompañados de sombras de marinos pasados a cuchillo por sus bisabuelos.
Allí donde la libertad se respiraba a través de unas agallas invisibles.
En la Cola del Caballo.
Donde aprendimos que la vida es bella.
Buceando en la eternidad.
Atentamente. Driver y Máster para Rocío.La princesa de las profundidades".
4 comentarios:
precioso! de verdad que me ha encantado el cuento!
Besitos
Rocío, cuando quieras un cuento de encargo solo tienes que pedirlo.
Tan solo tengo una limitación, tiene que ser para una persona en concreto, y esa persona tiene que decir qué es lo que más le gusta de todo lo que le gusta.
Es gratis.
Lo hago por placer de escribir.
Pero solo me sale cuando se lo que le gusta a esa persona.
No necesito nombres ni datos personales.
Sólo que se responda de forma clara a la pregunta.
Y tener media hora.
Un saludo submarino.
Precioso el regalo-cuento, Rocío. El sello es inconfundible. Se distingue a mil leguas. Se nota que está escrito desde algún lugar "donde la libertad se respiraba (respira) a través de unas agallas invisibles" y va dedicado a una "princesa de las profundidades".
Bello, bellísimo. Gracias por compartirlo, princesa Rocío y enhorabuena a los autores.
Ahora que mento a los autores... Una pregunta para Máster: ¿te ha dejado Driver-rayo meter baza? Porque cuando el trovador calienta motores conduce a la velocidad del vértigo...
No, no es que no me haya dejado, es que yo tenía mucha faena en mi casa ese fin de semana y ya le dije que no iba a poder mucho y como él tira y tira y escribe y escribe, a mí la ficción me cuesta mucho más tiempo que a Driver, no voy a su ritmo ni de broma, así que lo cierto es que sólo los primeros tres párrafos son miós, el inicio. el resto Driver % rechace imitaciones ;-)
Un beso a todos,
Aurora
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