viernes, 22 de mayo de 2009

ES LO QUE HAY

Uno no siempre puede hacer lo que quiere, pero siempre tiene el derecho de no hacer lo que no quiere.
Mario Benedetti


Cuántas veces te habrá tocado tragarte (y sin oportunidad de masticar, en ocasiones) esta frase… Que tu jefe te putea… “es lo que hay”… Que tras pagar la hipoteca, el préstamo del coche, la luz y el gas no te queda ni pa pipas… “es lo que hay”

Y lo que hay es que no te queda otra que resignarte (lo que viene siendo el ajo y agua en versión cristiana, amén) o poner a prueba tu tolerancia a la frustración (jerga psicológica, más amén).

Lo de la resignación como que no va mucho conmigo. Cuánto daño ha hecho la cultura cristiana (que si la culpa, que si la aceptación…) a nuestras pobres vidas de seres humanos - o vivos, simplemente, en su defecto -… porque resignarse es rendirse y rendirse poco bueno puede aportar. Consiste en que si tu jefe te putea… ajo y agua… y al día siguiente otro poquito más… Porque “estamos en crisis” y “no hay curro” y “fíjate qué mal está todo”, “y por lo menos tengo un sueldo a final de mes”…

La otra forma de afrontarlo es la tolerancia a la frustración, que más o menos es lo mismo, pero sin obligación de rendirse… Es más bien poner a prueba tu capacidad de resistencia a las hostias que te pega la vida sin que éstas te lleven al psiquiatra y sin acabar enganchado a cualquier benzodiacepina que te calme la ansiedad. La tolerancia a la frustración te permite comerte la misma mierda pero sin que te salga una úlcera en el estómago, porque te deja seguir adelante y buscar alternativas, caminos diferentes al de la resignación, como puede ser buscarte otro curro y mandar a tu jefe a tomar por culo.

Pero la tolerancia a la frustración no surge por generación espontánea en uno mismo… no, no, no… hay que educarla. Y aquí viene el problema, porque manejar las frustraciones requiere de educadores y padres que, cuando somos críos, nos permitan y nos obliguen, incluso, a frustarnos de vez en cuando, que nos digan que no, que nos prohíban cosas… y ¡ay amigos! Aquí entramos en terrenos de arenas movedizas… Los nenes de hoy en día están tan acostumbrados a quererlo todo y tenerlo todo, a decir ahora y tenerlo ayer, tan acostumbrados a que por no aguantar una pataleta le compremos el puñetero juguetito, a creer que son el centro del mundo…, que cuando crecen un poquito y no consiguen lo que quieren, acaban pegando tiros (perdonad que exagere y frivolice un poco) en el pasillo de su instituto.

Así es imposible crecer, ni como persona ni como nada… lo que hay que aprender es que en esta vida hay tantos placeres como amarguras y que es preciso conocer y aceptar los límites de la realidad que nos rodea y sobre todo, los propios límites. Porque si queremos decir “es lo que había” en lugar de “es lo que hay”… primero debemos conocer para, después, poder cambiar.

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