jueves, 27 de agosto de 2009

Infinito



Hoy me falta mi momento
y me sobra la distancia.

Echarte de menos.
Faltarme de más.
Besarte de menos.
Perderme de más.

Hoy me falta mi frase
y me sobran kilómetros.

Multiplicado el silencio.
Dividido el corazón.
Al cuadrado el deseo.
Restando una canción.

Hoy me falta una sonrisa.
y me sobra tu ausencia.

19 comentarios:

Driver dijo...

Veamos la poesía desde lejos, con los ojos entornados.
Hay un ritmo.
77/6565/79/9887/99
El número de sílabas.
Texto casi simétrico.
Tiene un toque musical.
Tín, ton, tin, ton, tín.
Y un toque de misterio.
...
Vale, ya lo cojo.
El texto es la sombra del símbolo del infinito.
Simétrico, musical, toque de misterio.
...
Si lo has hecho a propósito, bien.
Si te ha salido sin pensar, mejor.
Si normalmente lo puedes hacer sin pensar, mucho mejor.
...
Las letras salen despedidas hacia el infinito, tu cabeza las ordena y el que las lee, puede a veces oir mas de lo que dicen.
Es un misterio que me encanta.
Y a tí te sale.

Capitán dijo...

Mal día hoy, pero buen poema, muy bueno.

Un saludo

Modestino dijo...

Es francamente bonito; para leer varias veces.

ana dijo...

Silencio creador...
... este tu silencio.

Escribir corto y decirlo todo.

Y mira por donde... están, las palabras están para sujetarte... un poco, aunque sólo sea un poco.

;))

sunsi dijo...

Hoy hay más restas que sumas... ¿verdad? Pero mañana ya no será hoy... El sabor de las ausencias hacen más ricos los encuentros.

Muy bonito, Rocío.

María dijo...

@Driver: Un poquito a propósito y otro poquito porque sale así solo... casi casi a borbotones...

@Capitán, Modestino, Ana: Gracias. Muchas gracias!.

@Sunsi: Sí... mañana será otro día!!! Un mañana de sumas...

molinos dijo...

A mi estos post me dejan sin palabras.

Plas, plas, plas.

Por cierto, la de Amsterdam ha vuelto pachucha, está en cama recuperándose, pero en breve volverá a la carga.

Hyku dijo...

Resta la melancolía, suma momentos y multiplica las sonrisas para no añorar el infinito...

Besos sin dividir

Máster en nubes dijo...

Tiene mucho ritmo, Rocío, me gusta mucho, de verdad

Anónimo dijo...

bellísimo el poema, Rocío, haces maravillas con las palabras!
Besitos

Anónimo dijo...

bonito, todo es bonito, no le falta nada y le sobra arte.

Driver dijo...

"...a veces suceden grandes acontecimientos, otras el futuro salta sobre la línea del horizonte.
Pero hoy les vamos a narrar una historia real, tan real, que está sucediendo en el mismo momento que usted lee.
Sólo tiene que darse la vuelta y mirar.
Mirar atentamente...."

María dijo...

@ Molinos: Joer... pues dejarte a tí sin palabras tiene mérito... así que gracias!

@Hyku: En eso estamos, en cambiar los símbolos matemáticos...

@Máster, Vane, Alone: Muchas gracias! Me alegra que os haya gustado.

@Driver: No sé si es el cansancio de la semana... pero por más que miro para atrás... no veo nada!!! Me orientas?

Driver dijo...

¡Eso está hecho!
En todas las casas hay libros.
Los libros no hablan, ni protestan, ni te susurran al oído, ni explotan, son libros.
El que lea este cuento, cuando se levante, gire la cabeza y mire su estantería con libros, tiene que temblar, sudar, tener estertores, miedo y amor.
¿Orientada?
¿Con ganas?
Yo también estoy cansado de la semana.
¡Por eso hay que hacerlo!
Porque podemos.
¡Va!

María dijo...

Driver! A ver qué propones... Pero dame tiempo!

Driver dijo...

A ver si me explico.
Se trataría de un "canto" a la lectura de libros.
Los libros tratan de llamar la atención del lector.
¿Te va la historia?

REBELDES CON CAUSA.

Viernes.
Vuelves a casa.
Una nota sobre la mesa del comedor.
"Estamos en el cine, un beso".
...
Cansado, intentas relajarte.
Te quitas los zapatos y te arrojas al vacío del tresillo.
Una semana dura.
...
Entornas los ojos, estiras el cuello.
Y de pronto lo sientes.

Trotes de caballos lejanos.
Son muchos.
Cada vez más.
El comedor se ha llenado con el relinchar de cientos de caballos.
Una enorme polvareda se levanta entre la mesa redonda y la estantería de los libros.
Pasa un ejército victorioso.
Dejan el parquet hecho una pena.
Brillo de sables.
Casacas azules.

Miro el estante.
El libro de Napoleón se ha movido hacia fuera.
Quiere unirse al ejército.
...

María dijo...

... Pensando... Driver... Napoleón me pilla un poco fuera de onda...

María dijo...

...
De pronto oyes un golpe. Procede de tu cuarto.

Te levantas, asustado, y dejando atrás la polvareda del salón, te diriges hacia allí.

Hay un niño sentado sobre la alfombra.
“Uy, vaya golpe me he dado”, dice, llevándose la mano a la cabeza. “He caído desde allí arriba”, añade, señalando lo alto del estante.

Lo reconoces al instante, con su pelo rubio, sus botas altas y su casaca azul y roja.

Los ojos se te salen de las órbitas.

“Pero, tú, tú… eres…”

No te da tiempo a terminar la frase. La puerta del armario se abre y comienzan a aparecer, como por arte de magia y en el siguiente orden: tres perros vestidos de mosqueteros, un tío con calzas tocando la flauta, un, dos, tres, cuatro, cinco, seis y siete enanitos, un pato con chistera, una niña vestida de rojo, un pirata corriendo detrás de un chico con calzas verdes, una princesa a la que falta un zapato, un niño con unas botas descomunales, un tipo moreno sentado una alfombra y un gnomo con un gorro rojo en forma de cono.

No acabas de entender muy bien qué es lo que está ocurriendo… Pero, por si acaso, echas la llave al cajón de tu mesilla.

Driver dijo...

Reptas por el pasillo
Llevas la llave de la habitación del fondo.
Abres la puerta.
Silencio.
Miras el estante.
Todo en orden, ¿todo?.
De un libro sale humo.
Te acercas, lo abres.
...
Bajas unas escaleras sinuosas.
Al fondo música.
Jazz.
Un grupo toca jazz.
Dice el guionista que es un club donde se reúne la mejor de cada casa.
Sólo veo señores bien vestidos fumando puros.
Y señoras lujosísimas bebiendo champagne.
Y el viento de la trompeta.
Y el sonido del bajo.
Toc, trom, sonidos acústicos.
Percusión en el alma de un negro sureño.
Toc, toc, tocotocotocot.
Y más champagne de oro.

El piano negro, muy negro.
La voluta del puro, gris, muy gris.

Y el guionista se inventa una historia de celos, y otra de amor, y otra de venganza.

Toc, toc, tocotoctoc.

El bajo se incrusta en el cerebro.
Y el resorte mental se suelta y se frena.

Y dice el guionista que esta noche alguien va a morir, por una deuda de juego.

Y las teclas del piano son negras contra negras, y blancas sobre negro y negro sobre negro.

No me entero, pero dice el guionista que cada gesto del hampa es una señal inequívoca.

Yo sólo veo gente bebiendo, que se mueve poco.

Tal vez el señor del fondo ha sacado el pañuelo de una determinada forma, y alguien salió con una orden mortal.

Pero no los veo, sé que están ahí, pero me parecen movimientos comunes.

Dice el guionista que acaban de mandar arrojar a un señor al frío río.
Pero yo sólo he visto a un señor fuerte salir del local, envuelto en una gabardina.

Y cuando el guionista iba a matar a alguien; va y pasa.

Sale la chica a cantar.
Y la orquesta la acompaña con suavidad.
Y la chica tiene magia.
Y su voz se eleva sobre el humo, y sobre el piano, y arrincona al bajo, y calla la trompeta.

Y el señor gordo del puro de la mesa del fondo se queda parado.
Y abre los ojos, porque la voz de la chica que canta le hace abrir los ojos.

Y mientras abre los ojos no saca el pañuelo.

Y su corazón de infierno decide que esa noche no sacará el pañuelo.

Porque dice el guionista que la chica, con su voz, ha salvado la vida de un hombre.

Pero yo no veo nada.

Tan solo un club de jazz, donde la gente fuma, bebe y viste elegante.

Muy elegante.

...
Cierro el libro, no sea que el humo de los puros lo queme todo.

Cojo una vela y voy al dormitorio del fondo.

A oscuras.

Se oye un suave susurro.
...