jueves, 22 de octubre de 2009

El laberinto de la duda



La oscuridad se apodera de tu mente.
Incertidumbre descifrando adivinanzas.
Lucha sin tregua con imágenes crueles.
El laberinto te hace su presa.

Ahogándote en pensamientos retorcidos,
la angustia te carcome las entrañas.
El miedo te penetra, enfurecido.
El laberinto te hace su presa.

Tus manos se tintan de sospechas
y tu mirada se pinta de añoranzas.
Peleas por anclarte a las certezas.
El laberinto te hace su presa.

La confusión se expande en el silencio.
Pensamiento irracional de encrucijada .
La noche se convierte en un infierno.
El laberinto de la duda te hizo su presa.




22 comentarios:

aapayés dijo...

Precioso poema. me quedo con el silencio en este laberinto de tus versos..


Un abrazo
Saludos fraternos...

Anónimo dijo...

como siempre maravilloso!

Besitos

Belén dijo...

Si es que no hay cosa peor que la cabeza, en serio!!!!

Siempre dándonos mal...

Besicos

Capitán dijo...

¿Ganó la partida el laberinto?

Rocco Lampone dijo...

La noche se convierte en un infierno...

Lo malo es cuando sale el sol, y sigues entre las tinieblas y el azufre de tu infierno...
Y peor es el día en que el sol no sale, siempre oculto bajo un manto de tinieblas y tormenta.

Lo que lía tu laberinto, guapa.

Un beso.

ana dijo...

El laberinto es una afrenta, un desencuentro entre mis fuerzas y el muro del mundo...
... y ahí estás. Busca la salida. Y búscala con pasión. Siempre.

Te dejo una canción... laberíntica.

http://www.youtube.com/watch?v=VppuD1St8Ec

Anónimo dijo...

Qué chulo Rocío!

Driver dijo...

Rotundo.

María dijo...

Adolfo... el silencio a veces es lo que nos sumerge aún más en el laberinto. Si no hubiera tantos silencios en ocasiones y hubiera más comunicación no acabaríamos tan perdidos...

Besitos para tí también, Vane, gracias.

María dijo...

Sí, Belén, sí, qué razón tienes. Cómo nos comemos la cabeza en ocasiones...

No, Capitán . Afortunadamente solemos encontrar la salida...

María dijo...

Rocco, el sol siempre acaba saliendo... aunque las nubes se empeñen en ocultarlo, siempre acaba saliendo... No te pierdas mucho en el laberinto. Besos.

Gracias Ana, el video refleja muy bien esas sensaciones, esa angustia, sobre todo al final! No me deja insertarlo en el post, pero gracias!!! Besos

María dijo...

Ese laberinto, Alfonso, tan puñetero y tan inevitable porque como bien dices... somos nosotros mismos... auténticos laberintos. Besos, pasa buen fin de semana!

Gracias, Elena Nito del Bosque. Curioso nick el tuyo, jejeje

María dijo...

Qué conciso, Driver!. Buen fin de semana!

Driver I dijo...

¿Conciso?
Eso se puede arreglar.

HISTORIA DE MUJERES.


Si eres mujer, tienes 40 años, una hija de 8 y un cuñado italiano; es posible que te pase esto.

Aquella mañana la mujer se levantó acalorada, su hija la llamó para decirle que tenía problemas en el curro, Hacienda le mandó un requerimiento para revisar sus últimas declaraciones y para rematar la faena la tierra ardía como en el desierto, y el aire caliente provocaba extraños comportamientos del cerebro, el cerebelo, el bulbo raquídeo y el hipotálamo. Todo un poema.



El cuñado italiano de esta mujer, trabajaba en el concesionario de Málaga de Lamborgini. Se llevaba bien con ella. No eran muy amigos pero se llevaban bien.

Entró en el concesionario con la idea de invitarle a un café. Charlaron un rato. Paolo, el cuñado, era una persona cabal. Lo curioso del caso es que había heredado de sus ancestros el don de la oportunidad. Sabía leer entre líneas.



Ella le contó que la hija tenía un problema en el curro. Paolo miró su agenda, vio que se avecinaban tres días de puente. Miró a su cuñada, introdujo su mano en el bolsillo del pantalón y sacó unas llaves. Se las dio y le dijo: “ Si me lo abollas, me cortan las pelotas; ten cuidado”.



Tres de la tarde de un día de verano antes de un puente. Los 240 caballos del Lamborgini rugían saliendo de Málaga. El sonido acompasado y potente de aquella máquina italiana, se asemejaban al rugido de un león.



Seis de la tarde del mismo día en Despeñaperros. Nuestra mujer paró a repostar y llamó a su hija.”Que te eches algo de ropa, que paso a recogerte”.



Aquella máquina producía a partir de las 4.500 vueltas un ritmo étnico y africano. Por lo menos a ella se lo parecía.



Nueve de la noche en el aparcamiento del AVE en la estación de Atocha en Madrid. Una chica de 22 años se apoya en una columna. Para un deportivo italiano, sale una mujer que besa profundamente a la chica; a la chica se le ilumina la cara. La mujer le dice. “Nos vamos cariño”.



Una de la mañana en el límite de la provincia de Burgos con Santander; la chica duerme el sueño de los Justos, y la mujer conduce el sonido de la noche. No sabe exactamente dónde va. Lo que no le impide sonreir de vez en cuando.



Su cerebro está lo suficientemente relajado. Estar allí en una autovía con su hija le relaja enormemente. Sin perder de vista la carretera, su mente es invadida por parejas de sustantivos y adjetivos que bailan juntos; bosque lluvioso, noches a la luz de las velas, músicas salvajes y étnicas.



En el Concejo de Llanes, en el Principado de Asturias, hay una playa salvaje y bellísima, que se llama Torimbia. Nuestra mujer no conocía esta playa, pero el Lamborgini sí; así que por un cúmulo de casualidades, el deportivo empezó a pensar por él mismo, en contra de toda lógica. Y a las cinco de la mañana, vehículo, madre e hija, se encontraban mirando al mar Cantábrico, aparcados en Torimbia.



A la mujer le hubiera gustado transmitirle a su hija todo lo bueno que sabía. Pero manejar las palabras entre seres humanos, no siempre es tarea fácil.

La chica dormía profundamente, y la mujer se puso a escribir lo que quería hablar con su hija. Escribió una lista de palabras: Amor, confianza, sacrificio, fe, esperanza, felicidad……; cuando llegó a la palabra número treinta, se dio cuenta que la tarea era titánica y se quedo un poco desanimada.

Driver II dijo...

De pronto ocurrió lo que tenía que ocurrir. Se produjo el milagro de todos los días.



Una enorme bola amarilla empezó a asomar tímidamente por el Este. La madre y la hija se sentaron en la arena. Los rojos y los amarillos plateados se escurrían entre las olas mañaneras.



Aquella chica necesitaba un mensaje; y la mensajera llevaba 850 kilómetros en el cuerpo y un papelillo con treinta palabras en el bolsillo.



Asi que ocurrió lo que a continuación les relataré. A esas horas de la mañana, los únicos bañistas que había en la playa eran las gaviotas. A la mujer le apeteció bañarse. Se quitó toda la ropa, se sintió cómoda, se quedó mirando a su hija y le dijo: “Cariño, nunca, nunca dejes que el miedo entre en ti”.

La mujer caminó hacia la orilla del Cantábrico, dejó que las olas le acariciaran y se zambulló en el azul eterno.



Por alguna razón, el mensaje fue bien recibido por la hija, y debido a la persona y al lugar donde le fue transmitido, aquel mensaje fue guardado para siempre en su corazón.



Mientras que la mujer salía del mar para sentarse de nuevo junto a su hija, el deportivo arrancó sólo, se puso a 3500 vueltas, y sorprendió a las gaviotas con un sonido étnico y ancestral.



El sonido de la libertad.

Anónimo dijo...

Buscando su identidad de blogera, el laberinto le hizo su presa..

Buen finde,

María dijo...

Driver... no hay laberinto de dudas en tu cuento... pero sí un buen paseo en un estupendo deportivo... y eso tiene que quitar todas las penas a la fuerza!!!

María dijo...

Elena ... espero que hayas disfrutado por el paseo por el laberinto... vuelve siempre que quieras. Un abrazo.

sunsi dijo...

Pero sales al final... Di que sí... Al final,aunque parece que estás atrapada, llega una hada madrina que abre un boquete en el oscuro muro de la desesperación y entra la luz. Luz a raudales. El calor derrite los miedos, las sospechas a veces infundadas... y succiona todo lo que has cargado innecesariamente. Y puedes salir... a la luz. Y ya no tienes frío.

La historia acaba bien. La tuya acaba bien.

Besos, princesa.

Precioso, como siempre.

SOMMER dijo...

Nunca me gustaron los laberintos. Ahora entiendo por qué...

María dijo...

Sunsi, sí, siempre acabamos saliendo... aunque en el momento en que estamos tan perdidos nos parezca imposible. Me alegra tu vuelta, muchos besos!

María dijo...

SOMMER, no me extraña. A veces son un auténtico infierno... Besos